La Casa Azul: Centro Cultural Cubano

La Casa Azul fue creada en 1996 en Fort Worth, Texas, con el espiritu de promover la cultura cubana donde quiera que esta se produzca. Pero su principal mision es dar a conocer a los escritores y artistas cubanos del exilio en interrelacion con el medio en que se desenvuelven. Estamos abiertos a todas las manifestaciones literarias y artisticas del mundo hispano,y norteamericano. Contamos con una galeria de arte cubano y nuestro Linden Lane Magazine. Visitenos en http://www.LaCasaAzul.org

Monday, July 30, 2007



Jorge A. Pomar


A propósito de la polémica sobre Padilla-Belkis
Por Jorge A. Pomar, Colonia
No poseyó el talento de un profeta [...] el terror con que oían / las noticias y los partes de guerra. [...] y analizó las ruinas, pero no fue capaz de apuntalarlas. [...] No develó ni siquiera un misterio. [...] La Estilística tampoco se ocupará de él. / No hubo nada extralógico en su lengua. / Envejeció de claridad. Fue más directo que un objeto.(Fuera de juego, de Heberto Padilla)
Sean cuáles fueren los motivos individuales de cada cual, la querella en el blog
Penúltimos días sobre Belkis Cuza Malé, eco de la desatada por la insólita exclusión de la poetisa del homenaje de la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana (AECC) a quien fuera su compañero de vida, se va dando ya un aire al melodrama de círculo de tiza caucasiano (Brecht) en torno al niño balsero Elián González. Desde luego, no moverá masas pero, por lo pronto, ya va sirviendo al tercero sonriente para marear la perdiz intelectual a ambas orillas culturales... (leer el articulo completo en http://abiculiberal.blogspot.com/2007/07/razones-para-la-neurosis-y-la-paranoia.html )
Blog de inconformitas. Publicado en Alemania
Sabado, 28 de julio de 2007
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Sunday, July 29, 2007

" Campina al amanecer", Carmen Karin Aldrey

Estimados bloggers

Carmen Karin Aldrey

Cuando las críticas son constructivas, cuando llevan el ánimo conciliatorio, impresa la humanidad, implícito el respeto, se deben de tomar en cuenta, porque estamos en este vasto Universo para aprender a escuchar, a discursear, incluso a monologar, pero no se puede pretender respetar opiniones que están aspectadas a destruir o avasallar.
Mucho se ha hablado del caso Padilla, de Belkis Cuza Malé, de Heberto Padilla (que desgraciadamente no está entre nosotros para polemizar con nadie), muchos se han eregido jueces de la crítica destructiva, otros han atacado a Belkis sin compasión de la manera más desleal y oscura (obligándola a reaccionar defensivamente) cuando en realidad, y analizado con frialdad de laboratorista, es una de las pocas personas en el exilio cubano que por años ininterrumpidos ha dedicado sus esfuerzos, su vida entera, a brindarle espacio a nuestros intelectuales y artistras a través de los proyectos La Casa Azul y Linden Lane Magazine.
Aún sin apoyo de ninguna clase, a pesar de los ataques injustificados, las burlas -que más que burlas se pueden calificar de comentarios denigrantes- de las puertas cerradas, de la no cooperación de los que supuestamente deberían dar el paso al frente para sostener esas columnas necesarias de los nombrados proyectos culturales, a pesar de los pesares, La Casa Azul, desde su sencillo rincón de Fort Worth, y Linden, por 25 años ofreciendo información valiosa, se han sostenido a través del tiempo con un empecinamiento digno de ser comparados con los más reverenciados en la humanidad, digan lo que digan los desafectos: a ellos muchos les estarán agradecidos en el futuro; porque no sólo son proyectos culturales a secas, son archivos literarios, periodísticos, artísticos, un mar de importantes eslabones que se conectarán a esos otros de la Isla en un futuro cercano. Y hay que respetar a sus impulsores, a sus creadores, y respetar a los muertos, que ya no están para defenderse, y entender que la desunión, las envidias, las agresiones, conllevan otras en respuesta y se crean ciclos imparables de violencia, desentendimiento y enojo.
Yo espero sinceramente que todos los involucrados es esta especie de circulo vicioso de respuestas malsonantes, miren hacia dentro de ellos mismos y analicen hasta qué punto es saludable, constructivo, o sencillamente operante, tratar de dañar la imagen de nuestros poetas, promotores culturales, escritores y artistas, como si no existieran las más elementales reglas de educación y respeto hacia nuestra propia cultura, hacia la nación cubana, que ensuciamos cada vez que abrimos la boca y el pensamiento para insultar y entregar la pluma de la injuria y el desafecto a la opinión pública.
Maduren las ideas y pregúntense: A quién beneficia este circo miserable de insultos y ofensas??? Quizás al gobierno de La Habana??? El que no llegue a comprenderlo, se tendrá que revisar el intelecto con seriedad y preocupación, porque definitivamente, en nada estará colaborando con nuestro exilio si carece de la modestia necesaria de la autocrítica.

Carmen Karin Aldrey: Escritora, pintora, artista grafica, fundadora y co directora de La Peregrina Magazine. Forma parte del Consejo de Colaboradores de Linden Lane Magazine y La C asa Azul.

Retrato de familia. La Habana, diciembre de 1972. Belkis con el recien nacido Ernesto; Heberto y Maria Josefina.
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PADILLA UNA VEZ MAS Y NO SERA LA ULTIMA

ROBERTO LUQUE ESCALONA


Desde que leí sus primeros poemas a principios de los 60' quedé convencido de que Heberto Padilla era un poeta muy bueno. Alumnae cercana a la realidad, mi valoración resultó inexacta. Padilla era mejor de lo que yo creía. Sólo así se explica que 40 años después de que se iniciara su enfrentamiento con el poder totalitario y a casi 10 de su muerte, alguien se aparezca con un nuevo intento de ninguneo. Nada confirma tanto la solidez de un renombre como los elogios involuntarios y nada tan elogioso como el empeño de cierta gente por minimizarte. Látima que Padilla no pueda disfrutar ya de de esta involuntariamente elogiosa diatriba.
Ante todo, quiero presentarles al autor, no mencionando su nombre, que nada les diría, sino reproduciendo sus palabras:
Heberto Padilla relata un encuentro en el despacho del más romántico de los guerrilleros del siglo pasado, el Che Guevara. El poeta le lee a la figura hecha historia los versos de Tiempos
difíciles: "A aquel hombre le pidieron le pidieron su tiempo para que lo juntara al tiempo de la
Historia". El de la estrella en la frente asiente.
Como ven, en apenas cuatro líneas, el crítico de Padilla le dedica tres frases más de amor que de elogio a ese personaje que no necesita presentación, pues sus crímenes hablan por él.
Heberto Padilla, como casi todos los intelectuales que eran jóvenes en 1959, abrazó con entusiasmo la Robolución. La Robolución, en cambio, no lo abrazó a él ni a ninguno de sus colegas, aunque sí estranguló a algunos. Por otra parte, a no ser Padilla, en esa generación no hubo nadie tan ingenuo como para leerle un poema de crítica al totalitarismo a alguien como el Che Guevara. Dicen algunos que lo conocieron que este poeta era "un muchacho". Parece ser cierto.
"Heberto Padilla más allá de la polis" se titula el escrito de este señor tan preocupado por los títulos. ¿Qué polis será esa? Polis es una palabra griega que significa "ciudad". ¿Se referirá a Miami, urbe tan interesada en la poesía como en el patinaje sobre hielo?
"Padilla ha devenido poeta fuerte dentro del canon cubano". ¿Qué canon será ese? Canon, palabra de origen religioso, es una regla más o menos rígida. ¿Qué regla hay aquí sobre cuestiones literarias? Ojalá que las hubiera; eso implicaría cierto interés.
¿Que Padilla quiso ser la contraparte de Lezama? No quiso ser, sino que es la contraparte de Lezama: escribió una poesía que todos pueden leer, en un lenguaje sencillo que todos dominan.
¿Que la academia lo ha elevado por encima de sus merecimientos poéticos? Si se refiere a los académicos americanos, las tres cuartas partes de ellos son izquierdistas, proporción similar a la de los académicos cubanos. Algunos de los más desaforados defensores de Fidel Castro son académicos. ¿Que conclusión sacar de este hecho? ¿Que Padilla es tan bueno que hasta los comunistas de salón, que tanto amor sienten por la tiranía cubana, lo admiran? Eso, a pesar de haber sido, entre los escritores que apoyaron la revolución, el primero en asumir una actitud crítica ante ella dentro de cuba. los que vinimos después no hicimos sino seguir sus pasos.
"Padilla es un poeta menor... que quizás (El tipo no está seguro), para voceros de las polis (¿Hay otras polis al retortero, además de Miami?), ocupe un lugar central dentro del canon. Que Heberto Padilla sea un poeta menor me parece una afirmación delirante. En cambio, el auto del delirio no es, en modo alguno, un escatófago menor. Si hay justicia en este mundo, su nombre será referencia obligada en el canon de la escatofagia.

Novelista y ensayista cubano, residente en Miami.
(Publicado en el Semanario Libre, de Miami, el miercoles 25 de julio de 2007. www.libreonline.com).

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Princeton, NJ: invierno de 1984. De izquierda a derecha el pianista Adolfo Fernandez, Vicente Echerri, Heberto y Belkis (con el querido y nunca olvidado Pop, rescatado de las calles de Madrid, y traido de vuelta a la casa de Princeton).

Heberto Padilla en su lugar

VICENTE ECHERRI

Sospecho que la primera razón de Pablo de Cuba Soria al escribir su artículo Heberto Padilla más allá de la polis (El Nuevo Herald, domingo 8 de julio) era, precisamente, provocar ésta o varias respuestas, desatar una polémica en busca de su propia notoriedad. De ahí que algunas personas, justamente indignadas por ese texto --por su ignorante rotundidad, por su infundada arrogancia-- decidieran no complacer el ego del agresor con una respuesta, sino castigarlo más bien con el silencio, que es una de las muestras más eficaces del desdén.
Sin embargo, la memoria de Padilla --el poeta y la persona--, malignamente desfigurada en el artículo, y el justo aprecio por la literatura, por la poesía, me obligan a sobreponerme a mis propios escrúpulos y enmendar, en beneficio del lector, algunas de las afirmaciones que hiciera Cuba Soria con insolente gratuidad desde esta página.
El argumento de Cuba Soria puede resumirse de esta manera: Heberto Padilla es un poeta menor, injustamente propulsado a la fama por razones extraliterarias, quien, a pesar de sus condiciones para la poesía (''suficiente contención de escritura, vasto imaginario y cantidad necesaria de desasosiego'') no perseveró en el ejercicio de su vocación y naufragó en el pantano del azar político, gracias al cual, y a la voluntad de ''la academia, las agencias literarias, las editoriales, los sin talento poderosos'', etc. conserva inmerecidamente un lugar señero en el canon de la poesía cubana. Pero aquí están los auténticamente iniciados, Cuba Soria y comparsa --suerte inmensa de la literatura cubana--, para corregir ese error.
La mayor injusticia que se le hace a Padilla --y Cuba Soria no es el primero-- es afirmar que su obra poética resultó magnificada por el escándalo que lo convirtió en un ''caso'' en 1971 y que concluyó con su famosa retractación. Sin duda, el nombre de Padilla recorrió el mundo gracias a ese suceso, pero su obra poética antecede y sucede al percance y se sostiene a pesar de él y hasta en su contra. Ese ''caso'', que Padilla odiaba y que colgaba de su cuello como el albatros del Viejo Marinero, es un accidente que apenas tiene cabida en su poesía. Más de treinta años después de aquella farsa de la UNEAC, de la subsiguiente marginación y el ulterior exilio del poeta, el ''entramado político'', lejos de sumergir su obra, se fue rompiendo para dejar que ésta emergiera sin lastres; de suerte que en la actualidad podemos acercarnos a esa obra con muchos menos prejuicios, cuando lo ocurrido en 1971 se va tornando un suceso menor.
Por otra parte, Padilla no fue un hombre que traicionara su vocación de poeta, sino que la siguió a regañadientes, que se rebeló más de una vez contra esa pasión que lo tiranizaba desde niño, imaginando otros oficios y otra vida. Intentó incluso evadirse con otras formas de escritura; pero la poesía lo emboscaba por todas partes. En sus tempranas clases de francés, las voces de Ronsard y de Villon eran portadoras de un antiguo entusiasmo, aunque no hablaran en su lengua, como más tarde lo fueron las de Saint-John Perse, Eliot, Auden, Wallace Stevens. La poesía nunca lo abandonó, aunque él alguna vez, por fatiga de vivir, le cerrara la puerta: la diosa era tenaz y lo esperaba siempre en la página en blanco.
De esa pugna saldrían algunos poemas hermosos y memorables, repartidos entre sus tres libros mayores. No hay que pedirle mucho más a un poeta. Hay algunos famosos a quienes sólo recordamos por un poema, y eso es aporte suficiente. Su obra pudo haber sido más extensa, si los demonios que lo atormentaban (no su presencia o ausencia de ese país que le tocó en suerte) se lo hubieran permitido; pero esa circunstancia no hubiera aumentado su estatura, como la falta de esos textos no la disminuye. El volumen de la obra no hace al poeta, si no José Kozer, con unos siete mil poemas escritos, sería el más importante de la lengua.
Contrario a lo que opina Cuba Soria, El hombre junto al mar me parece el libro más logrado y pleno de Padilla, precisamente porque está compuesto de textos escritos cuando faltaban las presiones del compromiso político, cuando el poeta había empezado a ser un hombre libre. Sus editores de Seix Barral aciertan al aclarar en su presentación: ''si en algunas piezas puede aparecer el eco, amortiguado u ominoso, de la dramática experiencia personal de su autor, no por ello El hombre junto al mar es ni un acta de acusación ni un documento político, sino un hermoso y maduro libro de poesía''. En él se encuentran la voz que ya nos había hablado en El justo tiempo humano con algo de la mordacidad, del melancólico cinismo, que se ha acentuado en Fuera del juego.
Ese libro también es un acto de exorcismo contra ese pasado político que acosa a Padilla y del cual él quiere deshacerse (como dice explícitamente en Por la borda, un poema que le oí leer en Nueva York en 1981 con una sinceridad que también echaría por la borda los prejuicios que hasta entonces yo tenía en su contra). En ese libro está también La canción del juglar, cuyos últimos versos podría repetir como un mantra cualquier poeta en cualquier punto de la geografía del despotismo: General, yo no puedo destruir sus flotas ni sus tanques/ni sé qué tiempo durará esta guerra; pero cada noche alguna de sus órdenes muere sin ser cumplida /y queda invicta alguna de mis canciones.
Desde luego que no estoy de acuerdo con Cuba Soria en que El hombre junto al mar sea un título ''mediocre'' y ''lamentable''; por el contrario, me parece un hallazgo en su notable sencillez, que trasciende, en mi opinión, al poema de ese mismo nombre que justifica el título. El hombre junto al mar es una irreductible metáfora de toda nuestra vida, nuestros quehaceres, nuestros anhelos, que se levantan siempre al borde de una insensible inmensidad. Lamentable me parece un título como Zaratustra yotros equívocos --nombre del primer libro de Cuba Soria--, el cual denota de inmediato una pomposidad culterana (propia de regurgitaciones librescas) que en buen cubano podría llamarse ``picuería''.
Ahora bien, cabe preguntarse, ¿qué provoca, más allá de la búsqueda de notoriedad que apuntaba al principio, este gratuito asalto a Heberto Padilla que no coincide, que yo sepa, con ninguna conmemoración ni con ninguna reedición de su obra? No sé, pero me atrevo a proponer que se trata de un antiguo rencor origenista, reciclado e inculcado a través de los últimos (en todos los sentidos de esta palabra) sobrevivientes de esa capilla. Cuando Heberto Padilla regresó a Cuba en 1959, poseedor de una sólida formación intelectual y dueño de una voz y de una particular sensibilidad, se erigió en el enfant terrible que quería pinchar el globo inflado de la calle de Trocadero, donde imperaba Lezama (minotauro y dédalo a un tiempo) con su corte de sicofantes. Viniendo de Nueva York y de la asepsia de la lengua inglesa, el neobarroco de Lezama le pareció a Padilla una muestra del más enfermizo provincianismo, frente al que empezaba a levantarse la neovanguardia, que terminó por atrincherarse en la UNEAC y en la Casa de las Américas y producir los mayores ripios de la literatura cubana en el último medio siglo. Entre esas dos corrientes tan dispares, Padilla --no el único de su generación, pero sí el más notable-- propone una poesía clara, sencilla, sin oscuridades ni afectaciones, que se construye con los elementos más simples del idioma; pero, al mismo tiempo, reconciliada con la música, con la belleza, con la trascendencia. En ese empeño tiene el mérito de haber sido un precursor, si bien nunca se propuso convertirse en la ''contraparte de Lezama''. Sencillamente, sentó pautas y abrió el camino para los que vendríamos después, aunque no somos muchos. La lengua del país estaba tan enferma como la política.
Nadie le niega a Cuba Soria el derecho a opinar (por eso precisamente supongo que se fue de Cuba); pero su tono podría ser menos absoluto y rotundo y más acorde con el criterio personal que ese concepto encierra, algo que tenemos muy presente los que escribimos columnas de opinión. ''Yo creo'', ''yo opino'' y después haga de Cristo el Diablo; pero prescindir de ese breve preámbulo hace sonar al que opina como una inapelable autoridad que enunciara una ley apodíctica, lo cual, en el caso de Cuba Soria, no me parece que tenga ningún respaldo ni justificación. Por ejemplo, me acabo de leer todo un libro suyo y algunos otros poemas sueltos y creo que se trata de una poesía escatológica (no en el sentido de ultramundana sino de excremental) destinada a no sobrevivir; pero ésa es mi opinión --no la verdad revelada-- que podría ser desmentida por el tiempo.•


Poeta y escritor cubano, radicado en New Jersey.
(Publicado el domingo 22 de julio de 2007)
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NYC Libreria Las Americas, enero de 1981. De izquierda a derecha el escritor Juan Arcocha, Pedro Yanes, propietario de Las Americas, y gran auspiciador de la cultura cubana en NYC, Heberto, Giselle y Ernesto Padilla. Foto Belkis CM.

De nuevo en torno al Caso Padilla



NICASIO SILVERIO


Resulta en cierto modo inquietante tropezarse de nuevo, como por sorpresa, y a estas alturas del juego, con la manera en que todavía se recuerdan y analizan los hechos que rodearon, en 1968, a la publicación en Cuba del poemario Fuera del juego de Heberto Padilla. Y no sólo porque esos poemas sigan resonando al más alto nivel académico mundial, sino sobre todo porque estas novísimas aproximaciones al texto se realicen todavía desde la estéril y mentirosa perspectiva de la burocracia cultural cubana. La de entonces, y la idéntica de ahora. La más reciente pedantería nos llega de alguien que desestima burlonamente a Padilla y a su poesía, acusándolo, entre otros espantos, de haber politizado, malgastándolos, sus dones poéticos.
Si de politizar se tratase, y para ceñirnos sólo a una pequeña parte del siglo XX, habría que echar de las bibliotecas a la gran mayoría de los poetas españoles de la Generación del 27. Además, a casi todo el Canto General de Pablo Neruda. Y desde luego a muchísima poesía revolucionaria cubana del 59 a la fecha. Que ni es poesía, ni es revolucionaria.
En Cuba todo se politiza. Desde la Constitución de Guáimaro hasta la Libreta de Racionamiento. Y estoy de acuerdo con que quizás por la estrecha, inestable y casi incestuosa convivencia entre la poesía politizada y el panfleto podríamos convenir en líneas generales en que el arte se descalifica a sí mismo cuando deviene partisano. Pero lo que no me parece bien es permitir a algunos, a Pablo Neruda por ejemplo, escribir bodrios como su Oda a Stalin, y negarle la misma licencia al resto de la humanidad.
De hecho, la radical politización del entorno cubano en todas y cada una de sus manifestaciones constituyó de siempre una de las más profundas obsesiones estratégicas del monstruoso experimento social de la isla. Obsesiones que llegaron a buen fin a través de aquel discurso desde el poder que en principio pareció joven, vigoroso y seductor, para más tarde convertirse en chulesco, chato y bestial. El castillo de irás y no volverás, vaya. Sólo que ahora el castillo se situó en el idílico Caribe, hacia donde acudieron muchedumbres anhelantes de un papel de moscas pegajoso en busca de una utopía inasequible, como todas.
Pero algo inesperado le ocurriría en 1968 a la deliberada dinámica de la construcción artificial, y oficial, de un nuevo discurso cultural cubano. Algo con claros antecedentes en el tardío discurso de Nikita Kruschev de 1956 ante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en el que denunció los horrores del estalinismo. Desde la perspectiva de los años 60 resultaba claro que la diatriba de Kruschev, por insincera que fuera, había contribuido a liberar poderosas energías político-sociales que hasta ese momento habían permanecido ocultas por el terror.
Durante su estancia en la Unión Soviética en 1963, Padilla fue testigo presencial de aquel despertar cultural iniciado en el 56. Y en medio de aquella fiebre de cambio, pudo haber pensado que los escritores soviéticos de la época necesitarían de un radical replanteamiento del discurso cultural, y que el cambio debería comenzar por el lenguaje. Es decir, por el análisis de la función del lenguaje, y de la poesía, en una sociedad libre. Según la disidencia, se imponía en la Unión Soviética la creación de una nueva gramática de las artes, de todas las artes, que posibilitara conversar en libertad sobre el mundo real, y no sobre los cantos de sirena del Estado.
En pocas palabras, Padilla intuyó en Moscú el peligroso descubrimiento de que el reyecito criollo andaba en cueros desde siempre. Los disfraces prestados, las ideas también prestadas y ajadas por el tiempo. El déspota cubano que había logrado mantener vigente en Cuba el futuro de hambre, campos de concentración y miseria que Valeriano Weyler había prometido a sus superiores en Madrid cuando asumió el mando militar de la isla. Y Padilla intuyó que los artificios teatrales del poder se vendrían abajo en Cuba, como estaba a punto de suceder en la propia Unión Soviética. Y tuvo el valor de enfrentar aquel monstruoso aparato propagandístico armado solamente de su poesía. Un proyecto de vida que sólo un inocente niño travieso, como suele ser todo artista de talento, y como en el fondo era Padilla, podía imaginar en aquellos momentos. Y hoy, en la distancia, a la vista de la historia reciente, nos damos cuenta que Padilla ganó la partida. Que tenazmente persiguió su objetivo, aunque le costara el sosiego de sus años últimos.

Escritor cubano residente en Miami.
(Publicado en El Nuevo Herald, el jueves 19 de julio de 2007)
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