La Casa Azul: Centro Cultural Cubano
La Casa Azul fue creada en 1996 en Fort Worth, Texas, con el espiritu de promover la cultura cubana donde quiera que esta se produzca. Pero su principal mision es dar a conocer a los escritores y artistas cubanos del exilio en interrelacion con el medio en que se desenvuelven. Estamos abiertos a todas las manifestaciones literarias y artisticas del mundo hispano,y norteamericano. Contamos con una galeria de arte cubano y nuestro Linden Lane Magazine. Visitenos en http://www.LaCasaAzul.org
Monday, June 19, 2006
Sunday, June 18, 2006
¿Tú también, Evtushenko?
BELKIS CUZA MALE
Han pasado los años, pero en mi casa de Fort Worth aún vive la presencia del amigo. Abro un álbum de fotografías y lo veo en su dacha moscovita, o junto al paisaje árido de su tierra. Levanto la vista y allí están sus libros, dedicados a Heberto. El de Abjacia, en Georgia, por ejemplo, con fotos bellísimas, tiene una enorme dedicatoria en español: ''Al querido Heberto Padilla --gran poeta, gran hermano-- de sus hermanos Eugenio Evtushenko (siberiano) y Djumer (georgiana). Abjacia es tu casa, Heberto, pero la próxima vez, por favor, solamente con Belkis, Evtushenko''. Y está firmado en el 90, durante la visita de Heberto a la antigua Unión Soviética, ya en pleno colapso.
Meses antes, Eugenio había visitado la universidad de Princeton para leer sus poemas. El encuentro fue emotivo, pues reunió a dos grandes poetas, y sobre todo, a dos amigos. En el anfitetro donde se celebraría la lectura, la gente se amontonaba para oír al ruso con aureola de rebelde, al más popular de la todavía Unión Soviética. Un poeta moderno, extravagante y extrovertido, cantando verdades como canciones. Un hombre que recordaba más a una figura de Hollywood que a un poeta oficial soviético, como algunos enemigos solían tildarlo. Eugenio tenía la gracia y la virtud de caer bien a casi todos, y en medio de la guerra fría apareció ante el público norteamericano como un enviado de paz, mostrando una extraña independencia de criterio, lo que le valió incluso aparecer en la portada de la revista Time.
El hombre que a los 25 años escribó su Autobiografía precoz era un predestinado de la historia y la poesía. Un rebelde con causa, mezcla de Bob Dylan y la enorme poesía rusa, sufrida y asesinada por Stalin. Eugenio representaría siempre a los que no sobrevivieron, a esos grandes poetas, desde Maiacovski, pasando por Yesenin y Mandelstan, hasta los que se exiliaron en París para luego morir de hambre, angustia o nostalgia, como contaría la fabulosa Nina Berberova. Al menos, su temperamento, gracia y dotes histriónicas lo salvaban siempre de ser un poeta oficial.
Porque a Eugenio no parecía dominarlo nada, ni nadie. Era rebelde de corazón y sabía expresar sus emociones. Sus lecturas se convirtieron en actos creativos, a la manera de las grandes estrellas del rock americano, arrastrando multitudes en estadios, plazas y fábricas. Sí, la tradición rusa se permite el lujo de sacar la poesía a las calles y Eugenio se convirtió enseguida en figura prominente y querida por lectores y oyentes. De modo que cuando en 1990 llegó a Princeton, una universidad acostumbrada a darle la bienvenida a la izquierda liberal --y que se había pasado los años ignorando nuestra presencia en el pueblo--, lo menos que esperaban era que comenzase su lectura de la noche presentando a su amigo, el poeta cubano exiliado Heberto Padilla. Por supuesto, la universidad siguió sin enterarse de nuestra existencia, y nunca se molestaron en invitarnos a ninguna de sus actividades, aunque sí estaban subscriptos a Linden Lane Magazine. ¡Qué ironía!
No fue la última vez que compartimos con el autor de Babi Yar. A raíz de la premire de su película Los funerales de Stalin nos invitó a Filadelfia, donde entonces impartía un curso universitario. Allí conocimos a su nueva esposa y a sus dos pequeños hijos. Meses después, Eugenio nos invitó a visitar la Unión Soviética. Todavía no se había desintegrado el sistema, pero andaba la perestroika y poco faltaba para que se produjese el descalabro. Por razones personales (mi madre gravemente enferma en casa) yo no fui a ese viaje, pero Heberto sí y regresó cargado de anécdotas y fotos de su estancia con Eugenio. Una experiencia única que le hizo rememorar los años compartidos con Evtushenko en la Unión Soviética, a principios de los sesenta.
Más importante que todo fue el telegrama de solidaridad que Eugenio envió a Heberto a La Habana durante nuestro arresto y autocrítica, en 1971. Por eso no puedo comprender que este mismo Evtushenko haya aceptado una invitación para ir a La Habana, al Festival Internacional de Poesía que acaba de finalizar. Ni tampoco que diese una entrevista a La Jiribilla, engendro de lo peor que ha nacido en Cuba, y que para colmo permaneciese callado ante la terrible situación de los disidentes presos, de la espantosa situación de oprobio en que vive el pueblo, y que tampoco recordara en ese llamado festival de poesía a su amigo muerto, su ''hermano'', como solía llamar a Heberto. En cambio, recordó que había estado en Cuba en 1961, durante la filmación de Soy Cuba, y que ahora le habían dado la misma habitación en el hotel Habana Libre.
Desde hace unos años, Evtushenko comparte su tiempo entre Tulsa, Oklahoma, donde imparte una cátedra en la universidad, y Moscú. ¿Qué razones, me pregunto, puede tener un intelectual de fama, un hombre que conoce al dedillo el macabro sistema comunista, para apoyar con su presencia un mediocre evento repleto de burócratas de la cultura y policías disfrazados de poetas? ¿Cómo puede hacer diferencia entre los crímenes de Stalin y los de Fidel Castro? ¿Qué ilusión puede haber en regresar a una Cuba donde los poetas van a parar a las cárceles, son silenciados o tienen que exiliarse? ¿Habrá perdido la memoria? ¿O estará preparando una nueva película, esta vez quizás con el título de "Los funerales de Fidel Castro"?
belkisbell@aol.com
Wednesday, June 14, 2006
Convocatoria de La Galería de Arte de La Casa Azul:
Libro de Cocina y Arte Cubano Olor a Cuba
l.- Podrán participar todos los cubanos y cubanas que envíen una receta de cocina, en las distintas modalidades: plato fuerte, entrante, ensalada, dulce, postre, bebidas.
2.- Las recetas ser enviadas también por e-mail a nuestra dirección de La Casa Azul. Y no hay límite de envío. Pero cada una deberá venir acompañada de un cheque o money order por la cantidad de $20.00. Se acepta la receta de la abuelita, la mamá o la tía, debidamente acreditada. También podrán participar los chefs profesionales que así lo deseen, o aquellos innovadores de "la nueva cocina cubana".
3.- Con todas las recetas enviadas publicaremos el libro Olor a Cuba, que esperamos pueda ser ilustrado a todo color con obras de nuestros pintores, a los que desde ahora también convocamos para que participen en esta idea de La Galería de Arte de La Casa Azul. Los pintores y artistas deberán ponerse en contacto con nosotros a fin de obtener más información sobre cómo participar.
4.-Esperamos poder publicar "Olor de Cuba" en el año entrante, de modo que estamos esperando por sus apreciadas colaboraciones.5.- Para este nuevo proyecto estamos aceptando anuncios de los cubanos que deseen apoyar nuestro "Olor a Cuba":por ejemplo, restaurantes y comerciantes de productos cubanos, etc. Para más información, ponerse en contacto con nosotros en el(817) 731-4657, o a través de nuestro e-mail:
LaCasaAzulCubana@AOL.com.
También pueden escribirnos a nuestra dirección postal
La Casa Azul: Centro Cultural Cubano Heberto Padilla
4416 Fletcher Ave.
Fort Worth, TX 76107
Queridos lectores: Este articulo mio, "Olor a Cuba", circula en la red como si fuera anonimo. Pues no, yo soy su autora. He tratado una y mil veces de aclararlo, pero en la mayoria de los casos no han prestado atencion. Y hasta lo han transformado en otra cosa horrible.
No soy dada a las medidas radicales, pero de ahora en adelante, solo podran reproducir este articulo los que tengan mi autorizacion.
"Olor a Cuba" fue escrito en noviembre de 2000, y publicado en mi columna de El Nuevo Herald. Mi nieta Paula aparece mencionada ahi, al igual que mi casa en Fort Worth, y en la web site de La Casa Azul (http://www.lacasaazul.org/) , tenemos una convocatoria (que esta vigente), senalando que estamos preparando un libro de cocina y arte cubanos bajo ese titulo: Olor a Cuba.
Queremos que Olor a Cuba sea un bellisimo libro, que publicara Linden Lane Press, y que debera contar con la participacion de todos los que asi lo deseen.
Como senalo en la convocatoria aqui incluida, estamos solicitando recetas de comidas cubanas. Ya tenemos una amplia seleccion, pero quisieramos todavia recibir mas. Por favor, lean bien la convocatoria y enviennos sus recetas, que sera tambien un modo de ayudarnos a publicar este libro.
Tambien estoy pidiendo muy en especial la ayuda de todos los restaurantes cubanos que existen en Estados Unidos. La idea es darles publicidad a los que asi lo deseen y que a su vez podamos lograr los fondos necesarios para publicar Olor a Cuba. Por lo tanto, este es un llamado muy especial a todos los propietarios de restaurantes cubanos que quieran apoyarnos en este novedoso libro de cocina y arte cubano.
Escribanos al correo de La Casa Azul: lacasaazulcubana@Aol.com
Gracias y bendiciones,
Belkis Cuza Male
Olor a Cuba
Olor a Cuba
Belkis Cuza Male
En la novela de Francisco Umbral Trilogía de Madrid, el protagonista --el autor, mejor dicho, porque Umbral es sin duda ambos--, habla todo el tiempo del olor que percibe, que parece perseguirlo por la ciudad, el olor del "arroz a la cubana''. ¿Un plato típico de Cuba que no conocemos? Pues no, Umbral está hablando del casero arroz blanco, con huevos fritos y plátanos maduros. ¿Lo están ustedes también oliendo ahora? Pues, según él, Madrid estaba inundado en una época de "arroz a la cubana'', esa maravillosa combinación que en parte les debe el mérito a los esclavos africanos, quienes fueron, se dice, los que trajeron de su tierra el hábito de freír los plátanos maduros.
¿Puede haber olor más cubano? Es tan dulce como su sabor mismo, y va dejando una grata estela de recuerdos. No se equivocaba Umbral al hablar de la intensidad de este olor esparciéndose por todo Madrid en una época en que los cubanos exiliados traían también en sus valijas sus olores más queridos. Los familiares y humanos. Como el rico olor a café recién colado, o el del humo del tabaco en la sobremesa. ¿Olores cubanos? Sí, el de la tierra húmeda tras un aguacero; el del viento que arrastra los residuos de los cañaverales quemados; el del jazmín del cabo en la noche de los bateyes; el del rocío oliendo a esencia del alma; el del frijol colorado y el frijol negro humeando en la cocina; el de la carne de cerdo asándose entre hojas de guayaba; el del mar salpicando la piel de La Habana; el del agua de violeta de los bebés; el de las sábanas almidonadas, azuleadas y planchadas de nuestras abuelas; el del limonero junto a la ventana, ahí en el patio; el de la suave ternura del agua de coco; el de los deliciosos postres que asocio a encajes, canela y vainilla: arroz con leche, natilla, flanes, mantecados, boniatillos, toronjas en almíbar. El de las frituras de bacalao, el de los moros con cristianos (con un apelativo tan ajeno a la cruenta historia)...
Los niños de Cuba, ahora en tierras del exilio, no han olvidado sus olores y sabores. Paula, mi nieta, llegó a mi casa hace unos días con una botellita escondida en su mochila, y un ruego: "Abuela, quiero que me hagas arroz con leche como el de la señora López. Te traje la vainilla''. La señora López, la vecina de mi nieta, se alimenta todavía con los olores traídos de Cuba, y a su vez alimenta a Paula con el espíritu de la isla.
¿A qué huele Cuba? Sí, huele diferente, supongo. Huele distinta al resto del Caribe y, por supuesto, al resto del mundo. Cuba huele a Cuba. A sol y arena. Huele a sus versos, a sus canciones. Huele a lo que huelen los colores de la vida. Huela a energía buena, a energía radiante. Huele a tierra negra y a tierra colorada. Huele a sazón con ajo y cebolla y ají. Huele a perejil sobre el pargo. Pero sobre todo, huele a recuerdos, a tafetanes y tules, a rosas disecadas entre los libros. Huele a Colonia 1800, a lavanda, a talcos, a romero para ennegrecer el pelo; huele a brillantina (¿Tres flores o Palmolive?) en el cabello de los hombres; huele a jabón Candado, a las coladas de la ropa; huele a añil, que es el olor del cielo.
Un día llegué a la puerta de una casa, acá en Fort Worth, donde me habían dicho que vivían unos cubanos. No lo sabía. Pero aún sin haber tocado, el olor que salía por las rendijas de puertas y ventanas no dejaba lugar a dudas. Era el olor de un maravilloso ajiaco. Luego que me presenté, comenzaron a llegar otros olores, como si la isla entera hubiese también entrado en aquella hermosa casita.
En épocas de cruenta escasez (el llamado "período especial'') la gente no podía vivir sin el jabón, el talco y el agua de colonia para los niños. Es histórica ya la anécdota de que hace unos pocos años los cubanos se bañaban con un jabón que se alquilaban entre sí. Y que a pesar de la falta de agua, siempre dejaban un cubo para bañarse. Inventores como son, los cubanos de la isla encontraron una fórmula a base de alcohol y de no sé cuántas otras cosas para combatir el olor a sudor. Parodiando al poeta, toíto lo perdonan los cubanos menos el olor a sudor. Y en general, el mal olor.
El exceso de celo por la limpieza, por oler bien, ha encontrado en Fidel Castro, sin embargo, la excepción a la regla. El peludo y barbudo tirano osó también no sólo romper con todas nuestras instituciones, sino con nuestra tradición más querida de gente amante del aseo. Si usted mira una de esas fotografías de los primeros años de la revolución, se encontrará con un gigantón sucio, con las greñas grasosas y despeinadas, la ropa ajada y el rostro trasnochado. De seguro oliendo mal.
Al menos, tenemos algo más que nos diferencia de él. Y quizás el olor, el olor a limpio, a sol, a luna, a cielo, a palma y a marpacífico de Cuba lo niegan también, como lo niegan ya todos los cubanos, para quien este engendro del mal sólo huele a carroña. ¿O será a cañandonga? ¿Se acuerdan de ese olor tan anticubano?
(Fort Worth, TX. Nov. 2000)