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Un poema de Belkis Cuza Malé
Mi mesa
Para Manny, que sintió su energía
A esta mesa se han sentado músicos, poetas y locos,
amigos y enemigos,
y hasta un demonio.
A esta mesa se ha sentado mi amor durante treinta años,
y mi madre, silenciosa y tierna, ida.
Se han sentado mis hijos,
mis nietos, mis bisnietos
Las manos que cortaron el cedro
para construirla
nunca sospecharon cuántas vueltas daría mi mesa,
cuántas idas y venidas,
cuántos paisajes contemplados,
cuántas caricias, cuántas huellas grabadas allí
tras robarle un poco de su emergía secreta.
Llena de la belleza
de lo que no necesita máscaras,
como los árboles,
lo ha visto y oído todo: el amor, la amistad,
la traición, las conversaciones más acaloradas
y las más banales.
Las risas y el llanto.
Y no han faltado maldiciones ni bendiciones.
Pero fiel a mí, endurecida por los años,
arañadas sus patas por mis gatos,
sabe que es mi única compañía
junto al perro de turno.
Ella también los ha visto morir
uno a uno y ha llorado conmigo
cuando la muerte los ha borrado
de mi lado.
A esta mesa se han sentado mis fantasmas,
y mis antepasados,
sobre todo en las tardes del rancho,
cuando yacía silenciosa en el granero,
junto a los establos.
.
A esta mesa
se ha sentado Jesús para repartir el pan a sus discípulos.
No es la mesa de la ültima Cena,
pero sí de la próxima
cuando regrese de nuevo triunfal.
y nos ofrezca su caliz glorioso.
Los invito a mi mesa.
Belkis Cuza Malé
(Del libro inédito Los Salmos de la Reina de Saba)
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