La mente electronica

La mente electrónica

Belkis Cuza Malé

El vientecillo de primavera no es el mismo, la atmósfera no es la misma, el paisaje ya no es el mismo. Todo ha cambiado. Cambió de sopetón, como quien dice, el primer dia del nuevo milenio. Estaba anunciado que así sería. Lo anunciaron los profetas de la Biblia, lo anunciaron los Nostradamus. Y lo anunció, por supuesto, en primer lugar, Jesús.
Y tuvimos miedo de que se parasen todas las computadoras, de que la vida dejara de funcionar normalmente. Fue un ataque de pánico colectivo aquel 31 de diciembre de 1999. Recuerdo quien almacenó comida para una década, y quien, en cambio, se fue a festejar a Japón, sola, la llegada del milenio. En realidad, estábamos cruzando la dimensión del tiempo, atravesando fronteras inusitadas, casi imperceptibles. Sí, de una dimensión a otra. Hasta recuerdo cuando el Papa fue y abrió con toda solemnidad aquellas misteriosas puertas.
Ya el lenguaje no es el mismo. Ya no se habla más de modernidad. En cambio, la palabra del día es globalización y electrónica y por supuesto, digital, sí digital. La era del código, de los números. Ya sabemos que somos un número, como resultado de la suma de todas las letras de nuestro nombre, que también tienen su equivalente en números. Y ése es nuestro código. Por eso hay que tomar muy en serio cómo nombrar a nuestros hijos, porque de paso, los estamos marcando para siempre. Lo curioso, como he dicho ya en varias ocasiones, es que todo esto lo concibieron y hasta convirtieron en literatura los que hablaron, desde la ciencia ficción, acerca de robots y viajes interplanetarios y de la expansión de la conciencia. Cosas que hace cuatro décadas creíamos imposibles han pasado ahora a integrar nuestra cotidianidad. El universo se ha convertido en fuente de apasionado estudio, y viajamos al espacio sin abandonar la comodidad de nuestros hogares. Planetas, satélites y viajes de naves espaciales nos han hecho vivir lo inconcebible.
Tengo la impresión de que los cambios que se avecinan son a todos los niveles. Por ejemplo, les confieso que ya me cuesta trabajo leer a diario el periódico impreso. ¡Pero si está todo ahí, al alcance de la mano, en la computadora! ¡Y qué pereza escribir cheques, cuando voy y en un soplo tengo toda la información detallada y hago los pagos en un segundo! Llegará el momento en que el desarrollo del Internet desplace incluso a los libros impresos. Si antes escribíamos en las piedras ahora lo hacemos en la computadora. Mi esperanza es que éstas se conviertan pronto en televisores-computadoras, de modo que podamos tener ambos en una sola gran pantalla.
Avanza a tanta velocidad el desarrollo tecnológico que me es imposible saber para que sirven todos esos aparatos que se venden hoy. No bien aprendo el nombre y la utilidad de uno, cuando ya vino otro a reemplazarlo. Y por supuesto, estamos creando un nuevo lenguaje. El lenguaje universal de la tecnología, a partir del inglés, aunque con mucho de invención generacional. Es un lenguaje lúdico, también con aire de provocativa invención.
Pero la mente es la clave de estos cambios. Como si de pronto nos hubiéramos abierto al conocimiento universal. El control de la mente es la gran herramienta a manejar. Ya no están de moda los siquiatras, y los sicólogos se han quedado callados, porque la gente busca en lugar de los tradicionales terapistas, ayuda directa en Dios, o en los sanadores de la palabra, o en lo oculto y espiritual. Está de moda Jesús, gracias a Dios. Están de moda los hipnotizadores, los magos de la electrónica, las grandes iglesias; está de moda Joe Vitale, que derrotó de un plumazo con su último libro sobre control mental al bestseller Harry Porter. La gente quiere saber más de su alma, y busca información sobre el poder interno, sobre ese poder que Dios puso en él y que ahora es ya parte de la búsqueda de nuestra verdadera naturaleza espiritual. ¿La encontraremos antes de que vuelva Jesucristo a la Tierra?
BelkisBell@Aol.com