La Casa Azul: Centro Cultural Cubano

La Casa Azul fue creada en 1996 en Fort Worth, Texas, con el espiritu de promover la cultura cubana donde quiera que esta se produzca. Pero su principal mision es dar a conocer a los escritores y artistas cubanos del exilio en interrelacion con el medio en que se desenvuelven. Estamos abiertos a todas las manifestaciones literarias y artisticas del mundo hispano,y norteamericano. Contamos con una galeria de arte cubano y nuestro Linden Lane Magazine. Visitenos en http://www.LaCasaAzul.org

Friday, February 13, 2009

Cuba, Chile, la visita de la presidenta, Roberto Ampuero y
Nuestros años verdeolivo. Tiranía y literatura. Una feria del libro taimada. Una visita con tapujos.


Raúl Castro le muestra a la Bachelet el libro Nuestros años verdeolivo, de Roberto Ampuero. Mira, dice, aquí está Ampuero, nosotros no censuramos. Ahora de seguro van a repartir el libro con una hogaza de pan. Los fantasmas de La Cabaña no se cansan de pasear sus sombras en la maldita fortaleza.

Chile: Política y literatura
Heberto Padilla




Santiago de Chile: Una de las cosas que más me ha sorprendido en Chile es que una campaña electoral y una feria del libro puedan atraer la misma atención, sobre todo este año en que se produce la segunda contienda electoral de la transición democrática. Todo el mundo dice que el dem´crata cristiano Eduardo Frei ganará las elecciones, y todas las encuestas han ofrecido el márgen exacto con que sobrepasará a sus contrincantes. Esta no ha sido una campaña apasionada. La única nota disonante ha sido la delcandidato comunista, proponiendo para Chile el mismo modelo autoritario que condujo al golpe de estado. Lo cierto es que ni siquiera su defensa de Castro despertó reacción en el electorado. Los vrdaderos protagonistas de la actualidad han sido los artistas y escritores que se han dado cita en la feria del libro. Las presentaciones de Mario Benedetti y Carlos Fuentes han sido espectaculares y polémicas.
A mí este año me trajo una sorpresa agradable. Tan pronto aterricé en el aeropuerto de Santiago, vi en todos los periódicos la foto de un viejo amigo, ganador del segundo concurso de novela convocado por El Mercurio, el diario más importante del país. El premio fue una revelación para los propios chilenos. Ni Jorge Edwards ni JOsé Donoso, miembros del jurado, y novelistas prominentes, conocían a Roberto Ampuero, quien nació en Valparaiso hace 40 años y vivió 20 de ellos en el extranjero, parte en las dos Alemanias y parte en Cuba. Allí lo conocí, al comienzo de los años 70. Llegaba de Berlín, donde estaba exiliado desde el golpe de estado, y en La Habana se convirtió en un amigo cercano que visitaba diariamente nuestra casa y me enseñaba alemán.
Roberto conocía perfectamente mi situación política y las inconveniencias que su relación con Belkis y conmigo podrían acarrearle, mucho más en su caso de joven comunista y chileno. Roberto Ampuero no quería engañarse. Alemania Oriental fue su primer contacto con el mundo comunista y su experiencia cubana la culmunación. En ambos mundos aprendió lo que era el comunismo real y de sus años de aprendizaje sacó conclusiones que ahora ha llevado a la literatura. Su novela ?Quién mató a Cristian Kustersmann? es el producto de 20 años cruciales para su juventud y su madurez intelectual. José Donoso le dio su voto por encima de las 203 que concursaron porque "no hay símbolos ostensibles que hagan pedregosa su lectura, ni análisis sicológicos , aunque sus personajes sean bastante sólidos. Y siendo que estps mismos personajes navegan por aguas políticas harto peligrosas (Cuba, Berlín, etc.), jamás hay prédica ni panfleto (aunque la posición del autor es moralmente clara)..¨ A este juicio de Donoso se une la opinión de Jorge Edwards, quien califica la novela como ¨vigente, cercana, nuestra y a la vez, a pesar de eso y por eso, original. Una sorpresa previsible, pero que en verdad no habíamos previsto¨.
No podían preverla. Esta novela no es pura literatura. Las peripecias narrativas de esta historia policial proceden de un conocimiento minucioso de la realidad chilena, alemana y cubana durante un período sin precedentes de la historia de nuestros días. Sólo Roberto ampuero podía urdir estos episodios que convierten a un simple detéctive privado en una conciencia interrogante que explora los motivos más sórdidos de la conducta humana. Este detective, Cayetano Brulé, tendrá que reaparecer en otros libros de ampuero, porque este investigador privado descubre a los verdaderos asesinos de Cristian Kustermann en medios que hasta ahora habían habían hecho inquebrantable su ocultamiento, y en esta operación que desenmascara a los ¨Pasesinos delicados¨, como decía albert Camus, es algo más que un personaje de ficción. Es un héroe moral. Un ser perfectamente imaginable en todo lo que condujo al Chile de hoy.
Para mi alegría he vuelto a reunirme con Roberto, su esposa Lucrecia Rivera y sus hijos de tres y dos años, Ximena e Ignacio, y hemos recordado en su acogedora casa de Viña del Mar, el mundo que compartimos con la misma intensidad de sus personajes. Por suerte, su trabajo enriquece la literatura chilena con libros que únicamente él puede escribir.

(El Nuevo Herald, Miami. Diciembre 11, 1993)




Roberto Ampuero: Carta abierta a la presidenta de Chile







Excelentísima presidenta:


Antes que aborde el avión con destino a Cuba, permítame decirle que celebro la honestidad y calidad humana con que usted gobierna. No siempre concuerdo con sus decisiones pero, como muchos chilenos, me siento orgulloso de su figura. La razón es sencilla: usted es la primera mujer que llega a la presidencia, sufrió la represión, luchó por la recuperación de la democracia, y desde la Moneda se afana por promover la prosperidad y unidad nacional.
A partir del respeto que me merecen su imagen y la de sus padres es que le manifiesto mi desencanto por su decisión de soslayar, en su próxima visita a la isla, el carácter represivo del régimen castrista, de ignorar a los disidentes y de inaugurar la Feria del Libro de La Habana.
Es a mi juicio éticamente censurable, Presidenta, escudarse en el protocolo para ceder ante un tirano que detenta el poder desde 1959, ha sido condenado por violación a los derechos humanos en Naciones Unidas e impide elecciones libres. Alguien que sufrió prisión política, exigió solidaridad mundial y democracia para los chilenos no puede aterrizar en la isla y eludir a quienes se oponen pacíficamente al régimen que jamás ha tolerado agrupación opositora ni voto discordante en el Parlamento, y mantiene presos políticos.
Quien conoció el exilio no puede aplaudir a quien exilia y vitupera a los cubanos en la diáspora, gente que para entrar a su patria necesita visa gubernamental, tal como los chilenos que portaban la ignominiosa L en el pasaporte. Los cubanos de hoy son el espejo de nuestro pasado, Presidenta. Lo que demandaban los chilenos bajo Pinochet -plebiscito, derecho de asociación, prensa libre, derechos humanos, fin al exilio y la policía política- es lo mismo que hoy anhelan los cubanos. ¿O usted cree que tras medio siglo de castrismo, ellos lo refrendarían en elecciones pluralistas? Si para los chilenos 17 años sin libertad fue demasiado, ¿por qué para los cubanos 50 años sin ella es insuficiente?
Tampoco se entiende, Presidenta, que usted inaugure la feria del libro en un país donde reina la censura y centenares de intelectuales -sean Vargas Llosa o Semprún, Zoé Valdés o Daína Chaviano, Arenas o Cabrera Infante, Padilla o Paquito D’ Rivera- están prohibidos. Allá hay además por lo menos tres libros de chilenos censurados: Confieso que he vivido, de Pablo Neruda; Persona non grata, de Jorge Edwards, y Nuestros años verde olivo, de quien le escribe. Como chileno me duele que mi presidenta legitime la política cultural de una dictadura que censura a chilenos. Tampoco resulta congruente que la líder de un gobierno integrado por socialdemócratas, democratacristianos y liberales se desentienda de la represión de los Castro contra personas de convicción socialdemócrata, liberal y democratacristiana.
Desembarcar en La Habana y hacer como si se llegara a San José de Costa Rica constituye el sepelio de la superioridad moral de la Concertación en materia de derechos humanos, despierta odiosas divisiones en Chile y mina la consistencia de los principios democráticos de su sector, que ha tornado la defensa de los derechos humanos en leitmotiv. No se puede condenar a Pinochet y celebrar al mismo tiempo a Castro. Que no la acompañen a la feria del libro novelistas chilenos de trascendencia debiera hacerla reflexionar sobre el tema.
Hay datos innegables: Medio siglo de totalitarismo, represión brutal contra opositores, prensa controlada, presos políticos, 8,000 muertes documentadas, exilio, isla en ruinas. Que nadie diga después: ¡Si lo hubiésemos sabido!’.
Hace 2,500 años el gran Tales de Mileto preguntaba: ”¿Qué cosas vemos raras veces?” Respondía: ”Un tirano viejo”. Usted aspira a ver ahora al más viejo del mundo. Lo que Tales no aclaró fue que, aunque viejo y enfermo, el abrazo del tirano con un demócrata siempre mancha el poncho -o la guayabera- de este último. ¿Sabe, Presidenta? Aún anhelo que usted exprese en La Habana lo que supongo anida en su alma de luchadora por la democracia: la convicción de que la defensa de los derechos humanos es indivisible y que éstos deben exigirse para todos. También para los cubanos.

Roberto Ampuero
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